Alberto Yannuzzi Cisneros | |||||
|
|
Eduardo Lolo, Después del rayo y del fuego. Acerca de José Martí. Madrid . Editorial Betania, 2003. Eduardo Lolo, Después del rayo y del fuego por Alberto Yanuzzi Cisneros La rica prosa de Eduardo Lolo, en esta obra como en las anteriores, se presenta tersa, elegante y sin intersticios ni lagunas. Su trama nunca se remansa. Lolo, más que un escritor, es un orfebre de la letra y del pensamiento que nos da una obra siempre balanceada, decorada con gusto, pulida hasta el límite, a veces simétrica, donde nada sobra ni falta. Eduardo Lolo es un autor que nunca exagera o cae en barroquismos ni acostumbra a rebasar los límites de lo justo. Cuando se va a reseñar una obra de Eduardo Lolo y se desea citar algo para que el lector saboree una muestra del conjunto, no es necesario rebuscar: á brase este libro en cualquier página _incluyendo el prólogo ágil y resuelto_ y en la inmensa mayoría de ellas podrá encontrarse materia sustanciosa que amerita ser presentada entre comillas al lector. Después del rayo y del fuego es una obra más que nada de un calibre sostenido, de un do de pecho que se prolonga más allá de páginas y capítulos, y que no se apaga hasta que se concluye la lectura de la última palabra del último párrafo del último capítulo de la misma. La mayoría de los estudios serios sobre la obra martiana pueden clasificarse en tres categorías básicas según su época, de acuerdo a los años en que fueron concebidos. Los compuestos en los primeros años del siglo XX, entre los que descuella lo escrito y compilado por Gonzalo de Quesada, el discípulo y albacea que aún conservaba en su pecho las vibraciones recibidas directamente del Martí físico: lo había tratado personalmente, lo había admirado de cerca y se había bebido _como hombre inteligente y sensitivo que era_ la savia del verbo martiano y la letra aún caliente salida de su puño varonil, de su mano gentil. De esta época es también la única obra escrita por Blanca Baralt, aunque no se publicó hasta mucho después, pero cabe aquí, es letra de quien lo vio de cerca y disfrutó de su amistad.
Cuba, sin ser deficiente en héroes, ha sido prolífera en bribones inteligentes. Según sus obras, Gerardo Machado era martiano, y Fulgencio Batista, y Fidel Castro por supuesto. Para ‘verificarlo’, sólo basta leer las páginas amarillentas (más bien de vergüenza, que no de tiempo) de tanto material impreso en Cuba a la sombra de tiranos. Y se extiende con una crítica dolorosa y bien razonada sobre la utilización de la obra martiana por la maquinaria propagandística del desprestigiado marxismo habanero: La forzada ecuación nación=estado=gobierno=Revolución=Castro se ha extendido a Martí. Por obra y (des)gracia del proceso falsificador, el discurso martiano se coliga con el castrista... La falacia de que la obra política de Martí fue continuada o culminada por Castro se ha repetido tanto, que hasta muchos que niegan decididamente al segundo no han podido evitar la extensión de su rechazo al primero. En el cuarto ensayo, que el autor titula con gran habilidad “José Martí y los niños de todas las edades”, Lolo hace un estudio completo y profundo de La Edad de Oro, y concluye que ésta es “posiblemente el trabajo individual que más ediciones ha tenido en el curso del último siglo y, por lo tanto, puede considerarse el más conocido internacionalmente.” Lolo comenta que esto no se trata de un fenómeno martiano ni de la lengua española en particular. Ha sucedido con Robert Louis Stevenson, Hans Christian Andersen y el francés Saint-Exupéry, cuyo clásico El pequeño príncipe ha opacado sus otras obras, entre ellas Vuelo de noche, libro notabilísimo y de gran fuerza poética, en que relata las peripecias de un grupo de pilotos franceses volando las rutas postales suramericanas durante los años veinte. En el sexto ensayo Eduardo Lolo hace un estudio en profundidad del lenguaje ekfrástico (descripción escrita de imágenes pictóricas) en las obras de Martí, el “bildgedicht” tan empleado en la poesía desde los tiempos remotos de la Grecia clásica y que resurge y culmina mayormente en el periodismo literario norteamericano y europeo de fines del siglo XIX. En el séptimo ensayo vemos enfrentados el pensamiento de Martí y Sarmiento, fundamentalmente en sus respectivas concepciones respecto a Indoamérica y el hombre pre-colombino. Y en el octavo _con el cual concluye el libro_ el autor especula en cuanto al alma del exilado, no importa de qué Patria: Publilius Syrus calificaba al exiliado como “un cadáver sin sepultura”... Pero el hombre es paradoja viva, aun muerto. Y los muertos vivientes del exilio de todas las épocas han asombrado a sus verdugos con una tenaz permanencia en la tierra de donde fueran expulsados. (...) Como el cubano exilado no puede escapar de sí mismo, se mantiene intrínsecamente en Cuba dondequiera que vaya. Permanece en Cuba no por estar en Cuba, sino por ser en Cuba. Su Cuba personal– que es mucho más que una suma de nostalgias– lo acompaña a todas partes como elemento esencial de su propia naturaleza; vuelve tórridas las nieves del norte, hace Caribe el Pacífico lejano, pinta de Habana a Bruselas, Londres, París. O extiende la isla toda noventa millas al norte de la historia prostituida. Hay tantas Cubas como cubanos exiliados. En resumen, que esta obra notabilísima, producto de un autor que refleja en ella no sólo lo pasado, lo ya existido, sino el sentir de la época que vivimos en sus mejores aspectos, del sentir de nuestra masa humana, de nuestra alma errante de exilados temporales, está destinada a consagrar a su autor no solamente como el intelectual profundo y sesudo que siempre hemos admirado por sus logros literarios, sino al cubano sensible y tenaz que ha expresado nuestro más profundo anhelo y traído a la superficie nuestras corrientes espirituales más recónditas y profundas, muchas de las cuales, latentes y ocultas, sólo pueden ser rescatadas cuando alguien como Eduardo Lolo hace vibrar las notas, produce el ritmo adecuado y los tonos precisos que sólo nosotros los exilados somos capaces de escuchar y responder con intensidad de sentimiento y a plena cabalidad. Alberto Yannuzzi Cisneros (Camagüey, Cuba, 1939), profesor, periodista y narrador. La Habana virtual (1997) es su última novela publicada.
Top >> |
|
©2004 Linden Lane Magazine La Casa Azul Indice | Archivos Pan Cubano y Mas |