Entrevista
a Carlos Eire por
Diana Álvarez Amell
Entrevista
a Carlos Eire por
Diana Álvarez Amell
La voz de su memoria
La voz de su memoria Entrevista
a Carlos Eire
por Diana Álvarez Amell
En su libro, Waiting for Snow in Havana,
el narrador es un niño. La narración en la primera persona
cuando el protagonista es un niño supone un narrador-protagonista
que entiende menos que el adulto que lee su historia. Ese juego literario
entre dos puntos de vista diferentes es una difícil hazaña
literaria. Se pone en evidencia sobre todo cuando usted narra los episodios
más espinosos con su familia ¿Escogió usted a
un narrador infantil de modo deliberado?
Eire: Ni lo pensé. Me vino automáticamente.
Cuando me senté por primera vez a escribir el capítulo
uno --que todavía es el primer capítulo, eso no cambió--
así empecé. La narración en primera persona es
la que siempre me ha gustado más en la literatura, cuando está narrada
no por un narrador omnisciente, sino por un narrador limitado por sus
percepciones. Ni se me ocurrió no contarlo como niño.
Me vino como una cosa muy natural, porque lo que quería hacer
más que nada es el cuento de un niño. Eso ya lo tenía
yo muy claro por lo de Elián. Era lo que más me molestaba, porque era un niño que representaba no solamente la niñez, sino
representaba a todo el pueblo cubano y la falta de autonomía del pueblo
cubano, como les pasa a todos los niños. Yo sabía que el problema
de lo que estaba pasando con ese niño estaba relacionado con el problema
mayor, que la nación cubana entera está como si fuera un niño
bajo el poder de un patriarca. Quería que se enterara el mundo de cómo
la revolución afectó a un niño. Nunca se me ocurrió a “los
niños” en plural; iba a escribir como ficción y lo iba
a publicar como ficción. No quería hacer “mi” cuento.
Quería hacer el cuento de un niño cubano, especialmente porque
en el noticiero de CNN siempre llamaban a Elián "Cuban boy”.
Ni le decían el nombre. Él era solamente 'Cuban boy", por
eso el subtítulo en mi libro, Confessions of a Cuban Boy. Eso lo tenía
muy presente. Estaban mandando a un niño al infierno y yo quería
que supieran cómo es ese infierno para un niño, por eso tenía
que hablar como un niño. Estoy dándole ahora mientras hablo mucho
más orden. Ni lo pensé así. Me salió naturalmente,
me impulsó hablar como niño porque quería que se dieran
cuenta de lo que se perdió, del precio que pagó un niño,
uno de los 14,000 entre los dos millones, no sé cuántos niños
habría en Cuba. Pero, claro, narrar es una ficción. Es la voz
de un niño, pero
creo que en aquel entonces yo tenía cuarenta y nueve años, ¡cuarenta
y nueve años y hablando como un niño! Es una ficción bastante
retorcida, porque hay que darle muchas vueltas a la verdad para poder pensar
que así fue como lo vio el niño. Yo lo que me di a mí mismo
fue el privilegio de revivir mi niñez y analizarla como un adulto para
poner todo en su lugar, como si fuera un rompecabezas que tenía las
piezas regadas, ponerlas como lo veo ahora a esta edad. Yo sabía que
la vida de un niño era más interesante que la vida de un adulto.
Tenía en mente libros como Tom Sawyer, Lord of the Flies. Todos, como
The Catcher in the Rye, tienen protagonistas que son niños, pero no
es de veras literatura juvenil. Son libros que abren la ventana a esa experiencia
que tenemos todos. Todo el mundo ha sido niño, todo el mundo ha pasado
por la niñez. Tiene también una fuerza simbólica más
profunda, simplemente por ser la niñez. Es un tiempo en la vida de todos
cuando no sabemos lo que está pasando y tenemos después por el
resto de la vida que volver y volver a amarrar todos los lacitos que están
zafados, poner las piezas juntas. Revivir la niñez como hice yo en este
libro es algo fantástico, es divertirse otra vez. Ése es el lado
positivo. El negativo es que todas las cosas feas, todas las cosas que me daban
miedo de niño, tuve que revivirlas. Pero lo bueno era que ahora no me
daban miedo. El susto ya sí se había acabado. Revivir la niñez
completamente es también una ficción, porque, ahora ya sé cómo
todo acabó. Todo lo que me asustaba, ya no me podía asustar.
Ahora, todo lo que me daba felicidad entonces y que perdí, eso también
me daba felicidad revivirlo otra vez. Todo fue un gran placer hasta las partes
más tristes, en las que yo estaba llorando y escribiendo a la misma
vez. Era un pasado que mientras yo escribía, estaba redimiéndolo
por completo, porque yo ya sabía cómo había acabado y,
aunque fuera triste, era como era. No podía ir por un rumbo o por otro. Ya no tenía
que elegir. Había tomado un camino y ya yo sabía cuál
había sido.
¿ Y por qué escribe entonces en el preámbulo
de su libro: “This is not a work of fiction. But the author would
like it to be. We improve when we become fiction”? En otras entrevistas,
usted ha dicho que al principio quería escribir un relato de
ficción y no uno autobiográfico. ¿Por qué sostiene
que la ficción mejora la realidad?
Eire: Ver la narración como una ficción
--ficción en el sentido que es un cuento que se puede repetir
y repetir y que se puede convertir en un mito como don Quijote, como
cualquier cuento clásico--, si uno ve la propia vida como un
cuento que tiene una dimensión universal como la tiene la ficción,
entonces todo se mejora ¿no?
¿ No es eso, en realidad, una búsqueda de sentido?
Eire: Sí. Las cosas en una novela tienen que
tener cierto sentido, el autor siempre tiene que tener alguna razón
para introducir cualquier elemento y si no pertenece ahí entonces
no es bueno. También eso ayuda mucho en la vida. La imagen esa
del rompecabezas, las piezas que hay que reunirlas otra vez, eso funciona
muy bien con la ficción, no con la vida. La vida es mucho más
desordenada. La ficción es como un cuadro muy bien pintado.
La historia también puede ser muy desordenada. Escribir historia
y escribir ficción son muy diferentes en ese sentido. En la
historia hay que incluirlo todo por necesidad, aunque también
se seleccionen elementos de aquí y de allá. Cuando uno
escribe historia tiene la responsabilidad de tratar la totalidad. Hay
quienes se han quejado porque no puse esto o porque no puse lo otro,
que era tan importante, “¿no te acordaste de eso?” Hasta
hay quienes me han corregido. Me han dicho “pues eso no pasó así.
Cuando atacaron el palacio presidencial, Batista estaba en el palacio,
no en la finca”. Y yo puedo decirles que eso no importa. Lo que
importa es que eso era lo que creía yo cuando estaban recogiendo
a todos los niños en el colegio. Alguien me dijo que estaba
Batista en la finca y por eso iban a venir al colegio a atacar a los
niños. En la ficción se puede amontonar todo eso y queda
contenido. También imaginarse a uno mismo como un personaje
de ficción ayuda bastante. Simultáneamente, por un lado,
les das más importancia a las experiencias personales y, por
otro, les quitas importancia. Si uno les da más importancia,
se convierten en un momento que trasciende esa ocasión. Se convierten
en un momento universal, pero en esa universalidad se pierde bastante
de la identidad personal. Eso también da libertad. Como escribí yo
este libro al principio, el protagonista no tenía mi nombre.
Todo el mundo tenía un nombre distinto. Estaba escribiendo la
vida de un personaje que se llamaba Jesús Rubio, Chucho Rubio.
Me dio la libertad de hablar de cosas que si yo
hubiera estado hablando de mí nunca las hubiera puesto. Pero después
me sentí atrapado, porque me dijeron que tenía que publicarlo
como memorias, no como ficción. Entonces pensé “tengo que
quitar un montón de cosas, pues no quiero que nadie se dé cuenta
que yo mataba tantas lagartijas o todas las otras cosas malas que salen en
el libro”. Pero estaba atrapado, ya habían aceptado el libro y
yo quería que saliera. Me dije, "ah, bueno ¡al carajo! Que
salga así, no importa."
El verlo como ficción, me imagino, también
le habrá ayudado a escribir cosas sobre su familia que son difíciles.
Eire: Si, lo hice por la ficción, por ese
sentimiento de libertad que me dio el librarme de mi identidad. También
me dio la libertad de darles a mis padres los nombres de Luis XVI
y María Antonieta, que nunca en mi vida les había puesto
yo. Precisamente sobre este punto me han felicitado muchas personas
especialmente en reseñas, por la imaginación que tengo. ¡Imaginarme
que mi padre era Luis XVI! ¡Imaginarme que él creía
en la reencarnación! ¡Cómo si yo me lo hubiera
imaginado! Pero no, ésas son las coincidencias. La vida a
veces parece más artificialmente construida que la ficción.
Creo que muchos cubanos reconocerán también en
ello esa especie de extravagancia que nosotros nos permitimos dar rienda
suelta en la intimidad…
Eire: Si, eso también, pero para los que no
son cubanos o no son latinos, es realismo mágico…una casa
que tenga un parque zoológico, que dejen al león suelto,
que vistan al mono con disfraces…¿ realismo mágico
o no? Varias personas me han contado de familias que tenían
monos en la casa. Dos personas ya me han hecho el mismo cuento que
puede ser verdad. Parece que había una casa en La Víbora
en La Habana en donde tenían chimpancés y cuando tenían
fiestas, los vestían de camareros y salían con bandejitas.
Ese señor Aulet hacía cosas todavía más
audaces, que yo ni sabía y que hubiera podido incluirlas en
el libro. Él a veces montaba el león en el carro y se
iba manejando por el malecón con el león sentado al lado.
Podría haber contado eso, pero no lo vi. Es la diferencia entre
los detalles y la memoria. ¿Hubiera enriquecido eso el libro
o lo hubiera hecho parecer más fantástico? El caso es
que no lo vi y no lo puse. Me enteré de un montón de
cosas que me contaron luego. Me han llamado muchos que eran mis vecinos
de allá para relatarme de sus experiencias con Blackie, el chimpancé,
o con el león. Gerardito Aulet me llamó un día
por teléfono y me dijo en inglés: “Hi, this is
Blackie’s brother” y comenzamos a hablar. Me contó cosas
comiquísimas que si estuvieran en el libro sería más
cómico. El chofer le enseñaba a hablar en yoruba, a insultar
y a decir cosas que les encantan a los cubanos, el relajo. A veces
le decía, "oye, vamos a parar aquí, baja la ventanilla
y dile a esa mujer tal o más cuál" y el niño
bajaba la ventanilla y gritaba cosas en yoruba…la incongruencia
de ver a un niñito rico en un Cadillac gritando en yoruba, mientras
el chofer se reía. La narración aumenta o disminuye con
este exceso de detalles. Las coincidencias en mi libro a veces me guiaban.
Las pruebas de la existencia de Dios, que son medio en broma y medio
en serio, casi todas tienen que ver con las coincidencias. Son cosas
que lo dejan a uno pensando que hay un guión, porque las coincidencias
son a veces demasiado violentas.
En su libro veo estructuras literarias: el simbolismo de las
lagartijas, las bromas sobre Kant, el paralelismo entre las películas
de Hollywood y los paredones, por ejemplo.
Eire: Antes de haber escrito este libro, yo me imaginaba
que cuando un autor se sentaba a escribir una obra de ficción
se ponía antes a hacer un mapa de todo, pero para mí no
fue así. Me surgían las conexiones de una manera que
no era analítica. Era lo contrario de lo analítico. Lo
que me surgía era una imagen, una visión de cómo
estaban conectadas estas cosas y me di cuenta por primera vez, no sólo
personal pero profesionalmente, de cómo los símbolos
y las imágenes nos afectan, como es que nosotros llegamos a
construir la realidad y lo que creemos que es verdad a base de estas
imágenes que tenemos. Por eso los símbolos llegan a un
lugar tan profundo. Los símbolos nos llevan a la verdad de una
manera más directa que pensar en una línea seguida…
Pero entonces ha llegado a la misma conclusión
que Lezama Lima para quien la literatura consistía en crear
imágenes, a fin de cuentas.
Eire: Las imágenes nos crean a nosotros.
Es una relación mutua que tenemos nosotros con las imágenes.
Es lo que dicen que pasa cuando uno se muere, uno revive la vida,
pero en imágenes. Es el mito ¿no? Es lo peor de tener
amnesia, o padecer de Alzheimer o cualquiera de esas enfermedades
que le roban a uno no solamente el presente, sino el pasado, al no
tener esas imágenes. ¿Por qué las personas se
ponen tan extrañas cuando les destruyen un símbolo…la
bandera de su país... ver ese
símbolo en llamas? ¿por qué ese símbolo es distinto
a un pedazo de papel o un pedazo de basura? Materialmente es la misma cosa,
pero es el valor que le damos a la imagen del símbolo que llega muy
profundo. Para mí eso de ver a la gente fusilada, ver la película
de los vikingos en donde la gente se mataba, ahí la relación
la vi tan normal en varios niveles, pero principalmente porque estaba viendo
esas imágenes a la misma vez en el año ‘59. Veía
los paredones en casa. Iba al cine y veía a los vikingos. Volvía
a casa y veía más paredón y regresaba al cine la semana
siguiente y veía a los vikingos. No había cómo escaparse
de esa realidad.
Usted toca un tema que me llamó mucho la atención en su libro,
el de la violencia durante la niñez…
Eire: La violencia no tenía que imaginarla,
siempre estaba ahí. Uno doblaba la esquina y a veces se encontraba
con cosas horribles y no había cómo escaparse de eso.
La violencia siempre estaba amenazando en la calle, pero también
en la casa, aunque fuera menor…pegarle a un niño con
el cinto, que ya no se usa. Mis niños se horrorizan y me preguntan: “¿cómo
es que te pegaba con el cinturón? ¿Te daba con la hebilla?” Y
tengo que enseñarles, “no, lo doblaba así”.
La violencia de la sociedad no había cómo escaparla.
Porque, como digo en el libro, aunque era un colegio de niños
privilegiados, éramos unas bestias unos con los otros. Burlarse
de alguien, hacerle trucos o insultarlo era parte de la cultura de
los niños, no sé si de las niñas. Entre los
niños siempre había que probar que uno tenía
una reserva de fuerzas. Estaba muy pronunciado en un colegio que
era totalmente de varones, creo que aumentaba por eso. La violencia
más extrema en Cuba eran las revoluciones constantes. Para
alguien como yo que nací en el ‘50 fue constante la
guerra. En mi memoria siempre había tiroteos. Siempre había
bombas. Muertos en el periódico o muertos que uno conocía.
Siempre había presos y siempre había tortura. De niño
y todavía ahora le tengo pánico a la idea de la tortura.
No era una abstracción, era una realidad. Uno sabía
que se lo hacían a gente que uno conocía. Tenía
que ponerlo como parte de la narración, los horrores que se
veían también. En algunas reseñas dicen que
falta en mi libro simpatía por los pobres y por las injusticias
que había en Cuba antes de Fidel. Creo que no lo han leído
bien, porque conscientemente puse muchas imágenes de las cosas
que estaban mal en Cuba antes y que siguieron estando mal, pero la
pobreza, las enfermedades, los pordioseros en las puertas de las
iglesias, eso se veía y no se podía
negar. Uno iba a varios lugares en La Habana y se encontraba con ciertos horrores:
un solar lleno de niños desnudos y descalzos, todos sucios. Y yo les
preguntaba a mis padres, “¿por qué existe eso?¿ Por
qué hay gente pobre que tiene que vivir así?” Claro, no
sabían cómo contestarme. No sé si hay padre que lo pueda
contestar. Años después me sucedió algo que me puso a
reír a carcajadas, porque iba pasando por una de las peores secciones
de Trenton en New Jersey con mi madre en el asiento de atrás del carro
y me pregunta ella: "ay, ¿por qué esto está tan mal? ¿Cómo
es que lo permiten? Debería haber una ley en contra de pobreza como ésta.” Ésa
era prácticamente la misma pregunta que le había hecho yo a ella
cuando era niño. O sea, treinta años después ella todavía
no tenía la respuesta y ahora me preguntaba ella a mí
Pero la violencia es lo más difícil de esconder. Muchos han escrito
dándome las gracias por haberles ayudado a confrontar la violencia que
hubo en sus propias familias... un fusilado, un preso o alguien que desapareció o
hasta quienes se encontraron con pervertidos, también me han escrito
dándome las gracias. De eso no se escapa uno, uno es testigo de la violencia
o le pasa a uno. Como digo en uno de los capítulos, es lo peor que te
pasa en la vida, es tuyo, te pertenece y lo tienes para siempre. No hay manera
de sacudírtelo. Y somos una nación, un pueblo, que por un siglo
entero, más de un siglo, ha vivido en un estado constante de violencia. ¿Cuántas
generaciones desde 1860 y pico? Ciento cuarenta años de violencia institucionalizada.
Aquí en este país no tenemos eso, tenemos otro tipo de violencia,
el crimen, que es distinto.
Cuando escribía su historia, ¿se le ocurrió a
usted que de cierta manera la narración suya era también
la narración de los niños que salieron de Cuba? ¿Tuvo
esa sensación o escribir fue simplemente sumergirse en una experiencia
muy personal?
Eire: No, yo sabía que había otros,
pero no supe hasta el año ‘98 o ‘99, cuando me
enteré por primera vez que habían sido catorce mil
niños los que salieron como Pedro Pan. Pensaba que al máximo
habían sido dos mil. Me sorprendió mucho que fuéramos
tantos. Había perdido contacto con cualquier persona que hubiera
sido parte de eso. No sabía cómo ellos pensaban ni
nada. Escribí enfocado solamente en mi narración, no
conocía a nadie más. Resulta que ahora cuando salió el
libro todo Pedro Pan con quien me encuentro me dice que le pertenece
también. Me encontré con uno que fue a España
totalmente solo a los catorce años y también quienes
salieron con sus familias. Pero todos me dan las gracias, porque
los detalles pueden cambiar un poco, pero esto nos pasó a
todos. Me han escrito o me han llamado personas que vivían
en bohíos con pisos de tierra y gente que vivía en
el Biltmore, Country Club y ambos extremos me dicen que es una narración
que nos cubre a todos. Pero al escribir no pensé en eso. Se
lo leía a mis niños y a mi esposa. Se lo leía
también a una colega que ya no está en Yale y a más
nadie. Luego me sorprendió mucho cuando fui a Miami en
enero y había una sala llena con casi cuatrocientas personas, casi todos
cubanos que me daban las gracias. No sabía cómo reaccionar. Yo
quería darles las gracias a ellos por haber venido. Ahora me doy cuenta
de porqué las personas me dan las gracias; es solamente por ver la narración
de la lucha personal que uno ha tenido al salir de Cuba y venir a EE.UU. Sólo
verlo en papel --y ahora sobre todo que se ganó el premio-- es darle
una valorización a la historia que no tenía antes. No es que
no tuviera méritos antes, pero ése es el poder de la palabra.
Es por eso que le tienen tanto miedo en Cuba a la verdad. Cuando dices la verdad,
la gente se da cuenta. Me han escrito personas que nacieron después
de la revolución, que se han ido, claro, --
todavía no me ha escrito nadie de Cuba-- y todos me dan las gracias
por reconstruir ese mundo que no conocían o que les retorcieron por
completo en el colegio, con mentira tras mentira. Me escribió un cubano
en Suecia pidiéndome que le contara cómo se celebraba la Navidad
en Cuba antes de Fidel. O me han escrito quienes salieron muy pequeños
o nacieron aquí de padres cubanos diciéndome “yo creía
que eran sólo cuentos de mi familia y ahora me doy cuenta que no”.
Para mí fue una sorpresa enorme.
He leído que usted ha estado desvinculado de la cultura
cubana. Pero ¿conoce o ha leído a algún escritor
cubano? Me dijo antes que conoció a Guillermo Cabrera Infante
cuando él visitó la universidad en donde enseñaba
Ud. en Virginia.
Eire: Él fue el primer autor que conocí en
el plano personal, pero casi a nadie más. Ahora fui a París
el mes pasado y conocí a varios pintores y artistas cubanos
que viven en París. Conocí también a Zoé Valdés.
Fui a una conferencia de historia y me encontré luego con
uno de mis amigos del barrio, que yo ni lo menciono por nombre al
final del libro. En ese año que estuve en el limbo y no fui
al colegio, me hice de muchos amigos en el barrio. Uno de ellos,
Miguel Salas Figueroa, leyó el libro y me escribió.
Vive en París y es traductor para la UNESCO. Se pasó ocho
años en la cárcel en Cuba. Ese hubiera sido mi futuro,
eso lo sé. Salió cuando hizo Carter el cambio por los
presos. Entonces se fue a vivir a Miami, después a España
y ahora vive en París. Él conoce a muchos cubanos y
los invitó a su casa para una reunión muy linda, porque
hacía 42 años que no lo veía a él. Y,
fíjate cómo es la memoria, en el último capítulo
cuando hablo de la “pecera”, digo "no sé cómo
fue tanta gente al aeropuerto”. Ahí estaba Miguelito,
afuera de la “pecera”. No me acuerdo de haberlo visto,
porque estaba tan enfocado en mi familia. Pero él me dice
que para él fue una experiencia que lo afectó quizás
más que a mí, porque fui el primero de sus amigos en
irse. Y cuando se fue otro tras otro, se dio cuenta que se le había
acabado la niñez de repente. ¿Venir aquí o quedarse
allá? ¿Cuál era peor? Para mí es muy
claro, quedarse allá. Lo que le pasó a él, les
pasó a muchos que solamente por ser inteligentes y abrir la
boca y hablar, terminaron presos. Después perdimos contacto.
Ni me acordaba del apellido de él. Lo irónico fue que
cuando me escribió, pensé: “tienes que ser Miguelito”,
pero cómo me escribió desde París no sabía
si trabajaba para el gobierno de Cuba. Pero a él lo han tratado
de botar de la ONU. El gobierno cubano ha querido que lo boten, porque él
no representa a Cuba. Como lo ven allá en La Habana, ¿qué hace
ese cubano que vive en París y no es de nuestro bando?
Usted es profesor de religión e historia en Yale. En
su trabajo académico se interesa por el contraste entre el protestantismo
y el catolicismo. ¿Le viene a usted ese interés profesional
por el contraste entre el protestantismo norteamericano y el catolicismo
cubano, que en el fondo viene del Mediterráneo?
Eire: Por varios rumbos llego yo a ese lugar. Me
interesan las revoluciones. Me interesan los cambios que ocurren
de repente. Como la revolución cubana, la reforma protestante
cambia y de la noche a la mañana, la gente se despierta: ¡ay,
somos protestantes!” o “somos comunistas”. Lo
que me interesa sobre todo es como la gente construye la realidad.
En el caso de la religión y de la religión cristiana
en particular, cómo es que se ha interpretado la realidad
y especialmente la relación entre lo material y lo espiritual,
cómo un símbolo te lleva a otro mundo, a otra realidad.
Mi primer libro (War Against the Idols: The Reformation of Worship
from Erasmus to Calvin, From Madrid to Purgatory) es de cómo
los protestantes negaron todos los símbolos y los ritos del
catolicismo porque eran demasiado materiales. Mi segundo libro (The
Art and Craft of Dying in Sixteen-Century Spain) trata sobre las
actitudes hacia la muerte y el más allá en la España
del siglo XVI, de cómo la gente se enfrentaba a la muerte,
que es cuando uno cruza de un mundo hacia otro; cuál era
el concepto que tenían del más allá, cómo
se relaciona la vida en la tierra con el cielo, el purgatorio y
el infierno. Ahora estoy estudiando sobre la levitación,
de como la gente puede creer que se puede levitar o volar o cómo
puede creer que son posibles los milagros. Como historiador lo único
que puedo tocar no es la pregunta más importante: ¿qué es
lo que
pasa aquí?, sino cómo las sociedades y las culturas construyen
la realidad con conceptos que deciden lo que es posible o imposible. Esto también
tiene que ver mucho con la experiencia que tuvimos nosotros en Cuba, porque
de repente, de la noche a la mañana, lo que antes había sido
posible, era ahora imposible; algo que antes era bueno, de repente es malo.
También el futuro que nos puso por delante el Máximo Líder,
era un futuro que era otro mundo, era otra dimensión, un mundo donde
todos eran iguales, donde no había ninguna discriminación, un
paraíso que pintó él como si fuera posible. ¿Y
a qué precio se compró ese sueño? Porque de veras no era
más que un sueño. Una pesadilla. El haber vivido por ese cambio
tan repentino y también salir de una cultura católica a una cultura
no sólo protestante sino seglar aquí en los EE.UU., me han formado
profesionalmente. Además, de niño me recogió una familia
judía. Después cuando fui a vivir con mi tío en Bloomington,
Indiana las iglesias que más nos ayudaron fueron las protestantes. Cuando
fuimos a las iglesias católicas, nos cerraron las puertas en la cara.
Me puse a pensar en esas diferencias.
¿ Hay algo más que quiera añadir antes
de terminar?
Eire: Creo que no; lo del título tal vez. Creo
que eso no ha salido en español. El título original que
tenía para este libro era: “Besa a la lagartija, Jesús” (Kiss
the Lizard, Jesus), pero no me dejaron… La editorial, claro,
¿por qué usaba la palabra Jesús
que es una blasfemia en inglés?
Eire: Sí, porque usaba la palabra “Jesús”.
Entonces les dije: “How about: Kiss the Lizard, Cuban Boy”?
Me dijeron “No, no, that’s too disgusting.” No
me dejaron usarlo. Entonces les sugerí 250 títulos,
variaciones sobre temas y ése fue el que escogieron. Pero
para mi, el título sigue siendo “Kiss the Lizard” Es
la lagartija… es la lagartija… (New Haven, marzo del
2004)
Aunque dice que exilio le “torció la lengua” y se siente
más cómodo hablando en inglés, Eire prefirió usar
el español para esta entrevista.)
____________________
Diana Alvarez Amell, profesora y crítica cubana, enseña en Seton
Hall, en New Jersey.
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Carlos
Eire
foto
por Diana Alvares
____________________
Waiting for Snow in Havana
by Carlos Eire (Author)
"Metaphors matter to me, especially perfect
ones," Yale historian Eire writes in this beautifully fashioned
memoir, as he recounts one of many wonderfully vibrant stories
from his boyhood in 1950s Havana. As imaginatively wrought as the
finest piece of fiction, the book abounds with magical...
Customer Rating:
5
Wonderful!
Living in Miami and being bombarded daily with news of Cuba
and Fidel Castro, I was reluctant to begin reading this book
when it
was chosen for my book club. However, once I started reading
this book, I simply couldn't stop. I LOVED it! The author
writes beautifully
and from the heart. His recollections are hilarious and bittersweet
at the same time. I highly recommend this book to everyone.
***
Una Nota importante
sobre el discurso de Agradecimiento por el premio recibido
___________________
Carlos
Eire es el autor del libro de memorias "Waiting
for Snow in Havana. Confessions of a Cuban Boy". (New York:
The Free Press, 2003), ganador del Premio Nacional del Libro en
Estados Unidos en 2003. En la ceremonia en la ciudad de Nueva York
en diciembre del año pasado cuando recibió el premio,
Eire recordó a los presos políticos en Cuba. Luego
de agradecer a su esposa e hijos y a las personas que le habían
ayudado a dar forma y publicar el manuscrito, Eire terminó su
discurso de aceptación con la siguiente dedicatoria:
“I also want
to mention something which frames this book and this is not
a sweet irony at all,
it's actually a very sad
irony. Had I written this book in my native land, I would be in
prison. As we sit here enjoying this dinner, there is one country
on earth, Cuba, which is dead set and has been dead set since 1959
on repressing thought, repressing expression. There is no freedom
to write, there is no freedom to read. Everything that the National
Book Foundation stands for is negated in Cuba on a daily basis.
There are people in Cuba now in prisons that aren't fit for even
animals. Their crime? Writing. There are actually several people
who are in prison for establishing libraries. Hard to believe but
true, nonetheless. It is these very, very brave men and women that
I would like to dedicate this National Book Award to, the people
in prison who cannot speak their minds without paying the heaviest
price of all. And may it not only snow in Havana some time soon,
may they be able to speak freely once and for all. Thank you very
much.
“Quiero también mencionar algo que sirve de marco
para este libro y no es para nada una dulce ironía, es en
verdad una ironía muy triste. Si hubiera escrito este libro
en mi país natal, estaría en la cárcel.
Mientras sentados aquí disfrutamos de esta cena, hay un
país en la tierra, Cuba, que se ha obstinado fatalmente,
y ha estado fatalmente obstinada desde 1959 en reprimir el pensamiento,
reprimir la expresión. No hay libertad para escribir, no
hay libertad para leer. Todo lo que representa la Fundación
Nacional del Libro, se niega en Cuba de manera cotidiana. Hay personas
ahora en Cuba en cárceles que no son aptas ni para animales. ¿Su
crimen? Escribir. Hay en la actualidad varias personas presas por
haber fundado bibliotecas. Dificil de creer, pero aun así cierto.
A estos muy, pero muy valerosos, hombres y mujeres quiero dedicarles
este Premio Nacional del Libro, a las personas encarceladas que
no pueden expresar sus opiniones sin tener que pagar el precio
más duro. Y que no solo nieve muy pronto en La Habana, sino
que puedan ellos poder expresarse con libertad de una vez por todas.
Muchisimas gracias..” ( traducción DAA)
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